A menudo vemos en diferentes medios como se habla de emprendedores que han fundado una startup y el éxito o fracaso de algunas de ellas. Sin embargo, es frecuente que el término startup se aplique a cualquier empresa de reciente creación relacionada con las nuevas tecnologías. Aunque en la actualidad la mayoría de las startups están relacionadas con Internet y la tecnología informática, es posible que empresas de otros sectores también podrían ser clasificadas como startups. De la misma manera, existen empresas tecnológicas cuyo modelo de negocio como la proyección a medio plazo corresponden más a lo que tradicionalmente conocemos como PyMES.
Mientras que el concepto de PyME, acrónimo de pequeña y mediana empresa, engloba a todas aquellas compañías que tienen menos de 250 empleados y su volumen de negocio no supera los 50 millones de euros, las startups son aquellas empresas que no tienen perfectamente definido el modelo de negocio y experimentan en su mercado, independientemente del número de trabajadores con los que cuenten.
Una de las diferencias claves entre las PyMES y las startups es su tasa de crecimiento en caso de que sean exitosas. Mientras que las primeras suelen crecer de forma lineal en función de la inversión, las segundas comienzan teniendo un crecimiento negativo para después empezar a crecer de forma exponencial.
Además de que los beneficios pueden ser mucho mayores en una startup, también lo son los riesgos. No en vano las tasas de supervivencia de las empresas de este tipo a medio plazo son mucho menores que para las PyMES tradicionales.
Por supuesto, se puede dar el caso de que una startup acabe evolucionando en una PyME y viceversa al modificarse las circunstancias del mercado y sus planes de negocio.
By QDQ media.