Desde los inicios de la revolución industrial el proceso de fabricación y comercialización de cualquier producto está determinado por las características que la empresa productora cree que el artículo en cuestión debe tener. De forma tradicional, el fabricante pone en el mercado aquello que cree que los consumidores van a comprar. Tan sólo en casos muy particulares, los clientes tenían poder de decisión.
Con la introducción de los medios online y la mentalidad 2.0, la relación entre empresas y consumidores se ha modificado sobremanera. Ya no son sólo los fabricantes los únicos que tienen la iniciativa y el poder de decisión a la hora de comercializar un producto.
En la red se pueden encontrar multitud de proyectos diferentes en los que los consumidores pueden determinar qué funcionalidades tendrá el artículo que desean adquirir. Un ejemplo de este nuevo proceso de producción es la financiación por crowdfunding, en la que aquellos interesados en comprar un producto o servicio están implicados desde el primer momento y pueden lograr que éste llegue o no al mercado.
La posibilidad de adquirir artículos personalizados con las características que el cliente demanda gracias a Internet también es cada vez mayor. Son muchas las empresas que ofrecen a los usuarios el poder adaptar los productos que fabrican con diferentes opciones y proporcionar al consumidor aquello que realmente necesita, tal y como lo imaginaba en un principio. De esta manera, consiguen competir con otras compañías que venden más barato por fabricar en masa pero no aportan al cliente todo lo que demanda.
Poco a poco, el diseño personalizado de cada producto que se compra es más demandado al darse cuenta lo consumidores que no tienen porque adquirir algo que no cubre sus necesidades al 100% y adaptarse a los deseos de los clientes puede ser la clave para que una empresa prospere.
By QDQ media.